jueves, 2 de septiembre de 2010

EL DESTINO DEL VIAJE


Lo que son las cosas...

Un día te piensas que tienes lo más importante de tu vida, y al siguiente te das cuenta de que lo estás desperdiciando todo. Hay que saber aprovechar las circunstancias. Cierta vez, un amigo mío me dijo: "nunca es tarde para cambiar el rumbo de tu vida", y creo que eso es verdad. Tenemos que emplearnos a fondo en las oportunidades que nos brinda la vida. Esto me recuerda a lo que le pasó una vez a un viejo pirata llamado Eric "el Temido".

Cuenta la leyenda que hace muchos, muchos años, existía un pirata de los que surcaban los extensos mares y océanos, viviendo momentos de tempestades y de grandes hazañas, de las que siempre salía victorioso.

Pues bien, como decía, este hombre era conocido como Eric "el Temido", debido a su fuerza y a su valentía. Nadie sabe aún cuál era su procedencia, porque siempre estaba yendo de un sitio a otro.

Su tripulación no era muy numerosa; pero, aun así, era un gran conquistador: batalla que realizaba, batalla que ganaba. Se sentía muy orgulloso por ello.

Aunque tenía muy pocos amigos (por no decir ninguno), casi siempre contaba con la ayuda de su compañero, un pequeño mono que respondía al nombre de Señor Tindbul. El animal estaba un poco harto de él; pero, a pesar de ello, seguía apoyándole porque al fin y al cabo era su dueño.

A Eric "el Temido" no le gustaba estar con la gente. De hecho, lo odiaba. Se emborrachaba a menudo y su aliento olía siempre a ron. No era muy amable con los demás, era más bien egoísta; además, la palabra "compartir" no tenía ningún sentido para él.

Pero un buen día, las cosas empezaron a cambiar...

Eric "el Temido" estaba preparando su carabela en un puerto de una ciudad del Lejano Oriente para realizar una expedición por el extenso Océano Pacífico cuando se le acercó, con paso lento, un anciano sabio que le vaticinó lo siguiente:

- Tu futuro cambiará de un momento a otro. Nuestra forma de comportarnos con los demás está relacionada con nuestro destino; así que ten cuidado.

- ¡Anda ya! ¡Largo de aquí, viejo! ¡Vete a contar mentiras a otro sitio!

El sabio, sin dar crédito a lo que había oído, se fue asombrado por el comportamiento de aquel pirata; pues nunca le habían tratado de ese modo.

- ¡Algún día te acordarás de mí! - objetó el anciano.
El pirata, después de preparar su equipaje, embarcó en su nave y, por fin, emprendió el viaje.

Pasaron largos días y oscuras noches hasta que Eric "el Temido" divisó a lo lejos, en el horizonte, una pequeña isla con mucha y variada vegetación. Señor Tindbul comenzó a chillar y a corretear de proa a popa, lleno de alboroto.

Llegaron a la orilla de la isla. Parecía que no había nadie. Cuando por fin pisaron tierra, Eric "el Temido" bajó de su embarcación y gritó a pleno pulmón:

- ¿Hay alguien ahí?

Pero no hubo respuesta alguna.

De repente y después de un largo silencio, apareció entre los frondosos árboles una veintena de caritas sonrientes que miraban atentamente a los recién llegados. Eran pequeños seres inocentes que hablaban y chismorreaban entre ellos: eran niños.

Eric "el Temido" los observaba extrañado, pues nunca había visto unas criaturas como aquellas. Siempre estaban jugando y riendo, y eso le molestaba mucho al pirata ; tanto que, un día, cuando ya no aguantaba más, exclamó enojado:

- ¡Pero bueno! ¿Vosotros creéis que es normal que os comportéis así? ¿No podéis estaros quietos aunque sólo sea un momento? ¡Parecéis bestias salvajes!

De repente, silencio.

Los niños se asustaron y clavaron sus miradas en el pirata, que tenía la cara roja de ira. Uno de ellos le preguntó su nombre, pero Eric "el Temido" no quiso responder. Otro le preguntó que qué era el animal que llevaba en su hombro, pero tampoco contestó. Los niños siguieron haciendo más y más preguntas, las cuales no obtuvieron respuesta alguna.

Una mañana calurosa en la que los niños no sabían qué hacer para pasar el rato, uno de ellos, el más valiente, le preguntó al pirata:

- ¿Podemos entrar en tu barco?

Eric "el Temido", sin pensárselo apenas dos veces, respondió:

- ¿Qué? ¿Y dejar que robéis y rompáis las cosas que tengo dentro de mi barco, que son las más importantes para mí? ¿Pero qué os habéis creído, que soy tonto o qué?

El niño, tras oír aquellas palabras, comenzó a llorar desconsoladamente, pues aún albergaba en él la esperanza de que algún día el pirata dejara de ser tan egoísta y tacaño con ellos.

Después de pensarlo mucho, Eric "el Temido" dijo:

- ¡Está bien! Pero tened cuidado con las cosas que tengo dentro guardadas, ¿vale?

Los niños se pusieron muy contentos nada más oír eso. Al rato, salieron de la carabela rebosantes de alegría y de felicidad; entonces, el pirata descubrió que se sentía bien porque había hecho algo bueno. Y recordó aquellas palabras que tiempo atrás le dijo un sabio acerca del destino cuando estaba en el puerto preparando su viaje, un viaje que hizo que su vida diese un giro de ciento ochenta grados; porque lo más importante que hay en el mundo es hacer el bien a los demás y ser tolerantes con los que nos rondean.


















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